Luna cuadrada

Este cuento es del 2013 y se publicó por primera vez en mi libro Cuentos Proletarios y años después en el blog del Círculo de Narrativa Tolteca. 

Habla sobre la majestuosa Ciudad de México. 


Para vos, Reina 


Luna cuadrada 


Dejaste la tierra de los gigantes y llegaste al caos, encontraste una vida completamente nueva, lo supe desde el principio. Vi varias veces cómo te metías en el metro, ese lugar en donde dicen que hay niños descalzos vendiendo chicles, ruido insoportable y la democracia más fiel, porque casi todas las clases sociales conviven con el calor y los gritos. Aquella vez tarareabas una canción, otras,  pensabas en aquella poesía de Mario, “Porque te tengo y no, porque te pienso, porque la noche está de ojos abiertos, porque la noche pasa y digo amor…”, pero siempre te veía con una sonrisa. A veces el smog no me deja ver la puesta de sol y otras es majestuoso ver la tarde de colores imposibles. De aquel lado se encuentran los edificios nuevos, la otra vida reservada para unos pocos, parece otra Ciudad. Hace tiempo de allá venía la realeza en carruaje, los generales llegaban a caballo, en este tiempo de allá vienen las marchas. Desde aquí puedo ver ese monumento que por azares del destino se hizo a la Revolución, veo el otro, porfiriano, que parece volar.
  
De toda la gente que pasa por aquí,  me llama la atención la que va pensando en rojo, los que traen un libro bajo el brazo y aquellos que se sientan a leer en los rincones. Por eso me sorprendió cuando te vi con El Capital de Marx, te sentaste frente a Bellas Artes y anotaste algo en un cuaderno, tenías un gesto serio, reflexionaste un poco y volviste a escribir. Luego caminaste hacia el sur, me quedé mirando en esa dirección por mucho rato, se hizo de noche y lograba ver la serpiente de luz que atraviesa la Ciudad. Veía al fondo los cerros, en cada uno hay un ecosistema, como alguna vez escuché decir a una mujer que subió. ¿Cuántas veces habré contemplado a las parejas que suben y se abrazan mirando hacia el sur? ¿Cuántas promesas de amor se habrán hecho aquí arriba? Hacia el sur miraste alguna vez, cuando ustedes eran casi niños. Hacia allá están los canales, pero ustedes no lo sabían. En esa dirección quedan las tradiciones, los pueblos, los viejos que cuentan de nahuales, de brujas, de la llorona, allá vive el ajolote ese monstruo acuático mexicano. Está ese cerro de Venus, las calles estrechas, los huaraches y el atole, los nopales y las calabazas. Hacia allá te vas, diciendo que un poco más lejos, en esa dirección. 

 En las mañanas me gusta mucho voltear hacia oriente, para ver cómo nace el sol, para ver los volcanes como despiertan y así como ellos la gente lo hace, algunos sólo andan, si los volcanes despiertan ojalá que algún día el pueblo lo haga.  Me gusta mirar en aquella dirección porque  está la Ciudad de los Palacios, los edificios grises y rojos que pertenecen a otra época y en esta se sienten extraños, porque ya no hay carretas, porque la gente ya no anda de levita, porque a algunos los han pintarrajeado, los han modernizado, otros son bodegas, unos más son vecindades, los más tristes son aquellos que se caen a pedazos. Me gusta mirar porque cuenta que había una Ciudad que flotaba en el agua y con el reflejo del sol parecía una ciudad de oro, con edificios dedicados a dioses ¿lo pueden creer? Había uno muy grande para dos de ellos, el de la guerra y el del agua, pero el que más me sorprendió fue aquel dedicado al viento, era de forma redonda porque así cuando pasaba no se lastimaba. 

A veces platico con aquellos viejos edificios, con los que queda, me cuentan historias que parecen de otros mundos. Me dicen de cuando a la gente se le juzgaba por herejía, de blancos de otros países diciendo que esto es suyo, vieron la furia del pueblo, su victoria, su fanatismo, sus fracasos e imposiciones, han visto a estudiantes ser golpeados, muertos, han visto festejos y lágrimas, soportan temblores, algunos se están hundiendo pero resisten. Otras veces miro hacia el norte, veo la serpiente de luz como se aleja al lugar a donde parece que todos quieren ir, que está lejos, muy lejos, lleno de burbujas de esperanzas que se rompen en el viento. Sin ir tan lejos, me gusta mirar hacia allá para ver ese cerro que es obligado a cargar antenas, para ver a los mariachis corretear carros en la noche, a la pobreza que se ríe sin un diente, que se embriaga con lo prestado. Allá está esa otra Ciudad de edificios y edificios, que hace años cayeron como fichas de dominó, ahí mismo está la vieja Ciudad de comerciantes, con esa iglesia de arquitectura imposible y como recuerdo de la victoria, aunque yo cada que la veo recuerdo a los vencidos, a los que todavía están en lucha. También está ese lugar de culto, de esperanza, de robo, de engaño, de lo que se ha hecho muy mexicano y que nunca dejó de serlo. 

De más allá venías aquella vez, desde lejos te vi, habías visto algunas estrellas y afirmabas que la luna era cuadrada, yo por la dudas voltee a verla y era redonda, la más redonda que se haya visto, pero no, tú decías que era cuadrada, que era posible lo imposible, que el tiempo se detenía, que incluso te podías morir porque existían las casas azules y otras de madera. No entendía muy bien de  que hablabas pero estabas feliz, te habías asomado a la eternidad, yo no sé cómo es eso, pero me gustaría hacerlo algún día porque al verte daban ganas de estar vivo. Te fuiste con tu libro rojo como siempre, regresaste algunas  veces y la luna seguía siendo cuadrada, la distancia y el tiempo sólo eran pretextos, la vez que me miraste me diste vida, me incluiste en tus recuerdos, ya estaba en tus posibles, en la lista de los abrazos mirando hacia el sur y de las promesas de amor dichas en el cielo. Te espero porque es el destino. Amigos, ustedes se preguntaran por qué les cuento estas cosas, por qué me paso la vida contemplando los cuatro puntos, es fácil: porque quiero que ustedes me hablen, tú Bellas Artes de la música, del baile y de la poesía, tú Palacio de Correos de qué dicen esas cartas que van a todo el mundo, como ven yo sólo tengo la grandeza de ser una Torre. 

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