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Mostrando las entradas de noviembre, 2023

Arranca y vámonos de aquí

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 Este cuento aparece por primera vez en mi libro Cuentos Proletarios (2016), después en el portal Los Nahuales (2019) y en la Revista Awita de Chale (2022). La historia ocurre en el transporte publico de Ciudad de México, en uno de esos viajes que no parecen no tener fin. Arranca y vámonos de aquí   A mí ya me parecía extraño ese día, el chofer del microbús era la persona más amable con la que me había topado. Su uniforme estaba impecable, su camisa blanca no tenía una sola arruga, sus zapatos negros perfectamente boleados y su corbata con un nudo exacto. El microbús estaba limpio, había un aroma a pino, los asientos no estaban grasientos ni con chicles pegados, los pasamanos no te dejaban ese olor a tubo porque estaban perfectamente pintados. Me percaté que los vidrios estaban limpios, todo parecía nuevo. Era muy raro que, al subir, el chofer saludara a todas las personas con un: buen día, suba con cuidado , que cuando alguien tocaba el timbre dijera: en un momento me detengo

Oscuridad

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  En 2023 este cuento fue seleccionado para ser publicado en el libro Arte y Literatura Hispanocanadiense organizado por la Feria Iberoamericana del Libro en Canadá.  Es un cuento que trata sobre el miedo a sentirse perdido en esa soledad helada y silenciosa   Oscuridad   Esto comenzó de manera aciaga y no recuerdo el día, ni el mes, ni el año. Me encontraba escribiendo en mi habitación, ya ha pasado mucho tiempo de eso. Afuera la noche lo había cubierto todo, adentro, el cuarto estaba en silencio. Estaba sentado frente a un amplio escritorio, tenía hojas en las que iba plasmando las ideas y algunos libros. Mi recinto no era grande, pero tenía lo necesario. La casa era vieja, de paredes anchas y frías. Terminé la idea, miré el reloj en la pared y ya pasaban de las doce. Ordené los papeles sobre el escritorio, me quité los lentes y me froté los ojos, me sentía cansado. Salí de la habitación y me metí al baño. Regresé a mi estudio pensando que sería bueno seguir repasando el as

Vigilaré tu sueño

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  Vigilaré tu sueño Cecilio, mi hijo, lleva tres días sin hablar. Regresó del cerro y traía la cara como la luna, los ojos grandotes como si se le fueran a salir, los animales venían muy asustados. No decía nada, hacía gestos y señas, pero no le entendía, no hallamos forma de comunicarnos. Después de un tiempo ya no lo intentó, se quedó con la vista perdida. En las noches, mientras dormía, se agitaba, era como si alguien lo persiguiera en pesadillas y despertaba llorando, yo lo abrazaba y ahí fue que me di cuenta que estaba más flaco, un poquito de carne y puros huesitos. No sabía cómo ayudarlo, por eso mejor lo llevé con mi compadre Cándido, confiando en que él lo curaría con un té de hierbas.      ―Este muchacho está bien espantado, compadre ―me dijo apenas lo vio, luego se limpió el sudor de la frente y lo miró con atención.     ―¿Qué podemos hacer? Lleva días sin hablar y en las noches está muy inquieto.      ―Le voy a hacer una limpia y le daré hierbas para un tecito, pero, compad