El amor y los dulces



Este cuento es el resultado de estar sentado en una banca de cualquier parque. Fue publicado en el séptimo número de la Revista Campos de Plumas.

 https://camposdeplumas.com/2020/10/29/el-amor-y-los-dulces/

El amor y los dulces

 

La verdad ese muchacho ya me tenía harto. No es que me caigan mal los jóvenes, pero ése en específico, sí. Primero llegó muy simpático a vender sus dulces y para tratar de alejarlo y no quedar mal con la acompañante, una moneda de 10 pesos se interpuso. El comerciante la vio, pero no le bastó porque hizo una mueca de es muy poco, quiero más, y eso de que se la ofrecía sin nada a cambio, acaso un poco de privacidad. Pero no se fue.

―Está muy bonita tu gorra ―dijo mientras intentaba tocarla.

―Déjanos en paz, por favor. Ya te di la moneda.

―Esas papas que están comiendo se ven bien ricas ―estirando la mano para tomar una.

En serio, ya me tenía harto. No se iba y la compañera al principio reía al ver la cara de angustia, se le hacía muy chistoso que no pudiera batallar con el vendedor de catorce o quince años que insistía e insistía. Después de algunos muy largos minutos ya no le pareció tan gracioso, era algo muy incómodo porque la gente que pasaba podría suponer que eran groseros con el joven. Él no iba mal vestido, su ropa estaba limpia y hasta se le veía la cara amable.

―Cómprame un dulce.

―Pero si ya te di 10 pesos.

―Bueno, dame tus papas y otros 10 pesos.

―No, ya déjanos en paz ―esta vez con un tono de desesperación y enojo.

―Entonces me quedo ―sentándose a un lado.

Tratando de hacer como si el jovencito no estuviera ahí, continuó la plática, pero no por mucho tiempo.  Aquel impertinente comenzó a cantar muy fuerte y como estaba a un lado era muy molesto. Luego se levantó quedando enfrente y volvió a ofrecerles dulces. Le notaron el cabello algo desarreglado y un ligero tic en el ojo izquierdo.

―Tu novia es muy bonita, cómprale un dulce, no seas tacaño. Ya de una vez cómprame un dulce y dame tus papas. Cómprame todos mis dulces no seas avaro.

―…

―No seas egoísta, cómprame algo o mejor dame tu gorra, ándale dame tu gorra.

―¡No!

―Tu novia está bien bonita, bueno, déjame que le dé un beso, nada más así de piquito.

Para estas alturas estaba harto y estaba enojado. Ella ya le había pedido de la manera más amable que se fuera, pero el chamaquito ese, como respuesta paró los labios esperando un beso, en serio que ella casi le daba una cachetada, pero se contuvo, tenía la cara roja del coraje que estaba haciendo. Yo también estuve a punto de darle una patada y que se dejara de una buena vez de joder, pero no lo hice porque ¿qué iba a pensar de mí la sociedad? Seguramente que odio a los niños, a los jóvenes, bueno, a la humanidad completa, que soy el peor ser humano que ha existido, así que mejor no lo hice. Estaba muy enojado, las orejas las sentía calientes y él como si nada, parecía que se estaba divirtiendo como nunca.

―Ándale ya cómprame un dulce. Dame tu gorra, déjame besar a tu novia, dame tus papas y 10 pesos. Ándale, ya de una vez o ¿quieres que grite? Porque puedo gritar, cómprame todos los dulces o grito.

Y entonces como si estuviera poseído el mendigo escuincle comenzó a gritar, entre la pena, el coraje y las miradas juiciosas de los que se encontraban cerca, un billete de 20 pesos nuevamente se interpuso para tratar de callarlo. Ella estaba aún más roja de coraje, esperando el momento de ponerle la certera cachetada para que ese impertinente tuviera su merecido. Contrario a lo que uno pensaría, no se alejó, se burlaba y comenzó a dar vueltas mientras cantaba que le compraran dulces, le dieran la gorra o ya de perdida un beso.

En la cara se le notaba la felicidad que da el molestar a alguien.

Esta situación ya no era tolerable, estaba harto y muy enojado. Entonces me levanté y me dije <<pero qué diablos hago aquí si yo ni novia tengo>>. Me fui caminando y todavía alcancé a escuchar al vendedor que le seguía ofreciendo dulces a la parejita que a pesar de todo siguió sentada en la banca del parque.


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