Ahora mismo está detrás de ti
Este cuento se publicó en la Revista Axioma en el No. 7 Teriomorfos y otras criaturas insólitas.
Para Zule y Tom
Ahora
mismo está detrás de ti
Estuvo
escondido desde la madrugada, entre la hierba y la zarza, atento a los ruidos
de los animales y el correr del río. Sabía perfectamente que ese día vendría a
su propiedad el señor N., había visto movimiento en los días anteriores. Se
disponía a descubrir lo que ocurría adentro de esa cueva, porque cuando el
misterioso sujeto entraba, todos en el pueblo se quedaban a la espera, decían,
que ahí ocurrían cosas de magia negra.
La gente del lugar siempre que hablaba del señor N., lo
hacía con temor, como si los fuera a escuchar sin que estuviera presente. Murmuraban
que había construido en ese lugar del cerro para hacer su pacto. La casa era
una verdadera fortaleza y su acceso muy complicado. Al frente, un río con agua
furiosa, alimentado por un sinnúmero de manantiales, atrás, un acantilado que
solo es accesible con equipo de montaña, a un lado, maleza muy espesa llena de
plantas con espinas y del otro, un camino muy reducido y escondido que lleva a
una parte de lo que fue el Camino Real.
Las habitaciones son subterráneas y en la parte de arriba
solo hay un pequeño cuarto con unas escaleras muy reducidas y en las paredes
rendijas para espiar cualquier movimiento. Aunque la verdadera razón para
edificar en ese lugar, fue que cerca hay una cueva que es un portal o la
guarida de algún ser desconocido.
Esta era la urgencia del joven, saber qué pasaba adentro.
Él había llegado por la orilla del río, incluso en alguna parte tuvo que
meterse al agua, para así quedar lo más cerca posible de la entrada.
Charlatanerías. ¡Bah! Son puras habladurías, cuentos para
espantar a los niños,
esto se decía Sergio cada vez que se encontraba con historias de cosas
sobrenaturales. Él era escéptico, no había cuento o leyenda que lograran
espantarlo, ni ahora ni cuando era niño. Su forma de razonar era muy clara,
tratar de encontrar una explicación a cada uno de los fenómenos: todo tiene una explicación racional,
sentenciaba con algo de arrogancia. Estaba matriculado en la Facultad de
Ciencias en la capital y ésta tesis la comprobaba a cada paso, por esta razón
esas hojas amarillentas y gastadas que sostenía no le causaban ninguna
impresión.
Aunque, hasta para él era un misterio cómo habían llegado
a sus manos. Estaba en la biblioteca buscando libros sobre reanimación de
cuerpos por medio de impulsos eléctricos y de casualidad encontró uno sobre
reanimación a partir de un elemento químico poco estudiado, esto llamó mucho su
atención. Pidió el libro y se lo llevó a su casa para estudiarlo con
detenimiento, pues quería impresionar a su clase y al severo profesor W., que
parecía que se las había tomado contra él.
En su cuarto sacó el libro y al abrirlo cayeron al piso
las hojas. Cuando las levantó sintió que por su mano corría una energía que
venía del papel, en su habitación comenzó a oler muy raro, ideas mías, es solo eso, se dijo tratando de no dar importancia al
asunto. Hizo a un lado los libros que estaban sobre su escritorio, abrió la ventana
y vio que ya era tarde, por un momento contempló el lento mecer de los árboles,
luego vio hacia arriba y descubrió unas nubes ridículas tratando de ocultar el
cielo. Se dispuso a continuar leyendo lo que estaba en esas hojas y que
extrañamente era una historia de su pueblo.
En
el pueblo decían que el señor N., se dedicaba a asaltar bancos en la capital y
por esta razón tenía un pacto con las sombras, contaban también que ya tenía
mucha sangre en las manos.
Cuando comenzó a clarear el joven escuchó ruidos que
venían de la casa. Había hecho lo posible por estar perfectamente oculto y al
mismo tiempo ver lo que pasaba. Sabía que el señor N., hacía una gran fiesta,
pero primero entraba a la cueva justo a las doce del día.
El joven era paciente y muy curioso, quería saber por cuánto
tiempo estaba adentro, qué hacía y decía, pero, sobre todo, quería ver a ese ser
al que le llevaba la ofrenda, porque estaba seguro de que era un ente corpóreo.
Estaba decidido a todo, tenía varios meses planeándolo,
no había visto al señor N., pero estaba seguro de que lo reconocería. Pasó la
mañana y él seguía atento desde su puesto, de pronto, al voltear hacia arriba
vio que el cielo tenía un tono azul muy peculiar y entonces supo que era el
momento.
El silencio llegó como alud, de pronto, el joven vio a un
tipo completamente vestido de negro, sostenía una canasta y se dirigía a la
cueva. Cuando llegó a la entrada el extraño sujeto volteó hacia el río, miró la
alberca circular y dijo algo que el joven no alcanzó a escuchar, después, entró
haciendo una reverencia. El joven estaba completamente seguro que adentro no
había otro ser humano. Con cautela se fue acercando a la entrada, palpó su
cintura y ahí estaba el cuchillo con el que se defendería en caso de ser
necesario. No sabía la profundidad de la cueva ni si había ramificaciones, aun
así, siguió.
El interior estaba muy oscuro, el agua corría adentro
haciendo más tenebroso el lugar, el piso no estaba parejo así que en algunos
puntos la corriente estancada era profunda. El joven se había adentrado tal vez
diez metros, se comenzó a sentir sofocado, pero debía ser cuidadoso para no ser
descubierto, estaba pegado a una de las paredes y sus manos palparon algo
viscoso que le causó repugnancia, pero guardó silencio. Siguió avanzando y al
voltear vio la luz de la entrada, pero le pareció que ya estaba muy lejos,
tanto que apenas era un pequeño punto, se sintió nervioso y por primera vez se
dijo que quizá había cometido una estupidez, mientras pensaba esto, escuchó una
voz sin vida que le terminó de helar la piel porque estaba cerca. Se calmó lo
más que pudo y con el valor que da el terror continuó, ya estaba ahí y no había
vuelta atrás, solo fueron unos pasos y lo que oyó lo paralizó.
Charlatanerías. ¡Bah! Son puras habladurías, cuentos para
espantar a los niños,
volvió a decir Sergio mientras dejaba las hojas sobre su escritorio y se
frotaba los ojos, porque por alguna extraña razón los sentía cansados y le
lloraban como si hubiera estado expuesto al humo. Después vio sus manos y se
sorprendió porque le parecieron avejentadas, como si de pronto hubieran pasados
muchos años y su piel se le estuviera pagando al hueso. Se recargó en el
respaldo de la silla y sintió un dolor que le recorrió la espalda, físicamente
estaba abrumado, se volvió a frotar los ojos y cuando los abrió miró hacia la
ventana y aunque no había nada extraño comenzó a estar nervioso, su cuerpo era
puro temblor y las manos le sudaron profusamente. La habitación seguía con ese
olor desagradable y repentinamente comenzó a sentir mucho frío que no tenía
sentido en esa época del año.
Tomó las hojas, las juntó y las golpeó contra la mesa
para ordenarlas, se disponía a continuar leyendo desde donde se había quedado “…y
lo que oyó lo paralizó…”, pero las soltó porque en ese momento, “algo” entró
por la ventana, se le erizó la piel. Echó un vistazo a la habitación, estaba
solo, ideas mías, se dijo, volvió a
tomar las hojas y trató de controlarse.
Cerca
de él se escuchaba esa voz sin vida, estaba en completa penumbra, trató de poner
atención a lo que decía y descubrió que se expresaba en un idioma
incomprensible para él. Su cuerpo estaba tenso y con una mano buscó el cuchillo
que estaba en su cintura, de pronto, se prendieron tres veladoras y solo así
pudo distinguir al tipo completamente vestido de negro, que ahora estaba en una
especie de altar en donde había colocado la canasta y sacaba el contenido, dejó
todo listo para el banquete y se hizo para atrás. La luz de las veladoras se
tambaleaba de forma increíble, no había viento y algunas veces las flamas se
movían en sentido opuesto.
Con la vaga luz que había, el joven supuso que el señor
N., estaba parado sobre una piedra porque a sus pies se veía agua estancada que
parecía profunda, él no avanzó más porque tendría que meterse a la corriente y
haría ruido. El señor N., comenzó a hacer figuras con los brazos, luego los
juntó al frente y en ese momento el joven sintió mucho frío, un frío que no
supo de dónde venía y un olor asqueroso le golpeó la nariz hasta casi marearlo.
Tomó su cuchillo porque presintió que algo malo pasaba, con su mano izquierda
lo apretaba muy fuerte, pero era de puro nerviosismo. Volteó para tratar de
ubicar la entrada y poder guiarse, pero le fue imposible, se sintió perdido,
luego giró y las veladoras se habían apagado, en ese momento, una voz le dijo:
voltea. Cuando lo hizo, algo, tal vez unas manos, lo tomaron de los hombros y
lo sacudieron, gritó, mejor dicho, aulló, porque sintió tanto miedo que estuvo
a punto de dejar este plano. Cayó al agua, el cuchillo se le perdió para siempre,
ahora balbuceaba, suplicaba, pedía que no le hicieran nada y nuevamente lo sujetaron
con fuerza, lo levantaron y lo aventaron contra una de las paredes. El golpe le
sacó el aire y quedó adherido pues de inmediato algo pegajoso lo sujetó, no
supo lo que era, pero lo apretaban tanto que parecía que lo querían hacer
entrar a la piedra.
Seguían las voces, pero ahora no sabía de dónde venían,
estaba completamente desorientado y asustado, trató de zafarse, pero era
imposible. Comenzó a escuchar que una procesión se acercaba, venían rezando y
él cada vez más apretado contra la roca. Las
almas solo recuerdan el odio, escuchó que alguien le susurró al oído,
prendieron una veladora y él comenzó a gritar con las pocas fuerzas que le
quedaban, lo que estaba ahí era espantoso, toda la escena era algo
horripilante, nunca pensó que lo último que vería fuera eso, un viento helado
apagó la luz y su grito quedó retumbando en el lugar.
Soltó
las hojas, no pudo continuar leyendo, estaba temblando, las piernas no le
respondían. Vio que algo se movió muy rápido adentro de su cuarto, ideas mías, solo eso, nada de esto existe, dijo para
tranquilizarse.
Por primera vez sintió miedo. No lo quería aceptar, pero
estaba aterrado, cuando era joven conoció esa cueva y se burló de las
supersticiones de los campesinos. Decidió dejar de leer lo que estaba en esas
hojas, las quemaría con todo y su infernal contenido.
Las puso sobre el escritorio, sintió náuseas y mareo,
algo se había roto dentro de él, no quería saber más de eso, tenía que
destruirlas. Abrió un cajón del escritorio, estaba muy nervioso, buscó unos
cerillos, pero no los encontró, escuchó ruido afuera, seguro son los gatos, sí, solo eso. El frío seguía y el asqueroso olor
se le había impregnado en la nariz, era algo desesperante.
Estaba por levantarse para buscar los cerillos en otro
lugar, pero no pudo hacerlo, una fuerza extraña lo mantuvo sujeto a la silla,
miró las hojas, de manera perturbadora alguien o algo que Sergio no veía
comenzó a escribir: voltea, ahora, voltea, estoy atrás de ti. Después sintió
unas manos que lo tomaban de los hombros y esa horrible voz: ¡voltea!
Carlos
Ramos
México
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