Esto que te pido
Cuento publicado en 2023 en No Para-Normales IV de la Editorial Palabra Herida.
A esta convocatoria se presentaron 409 cuentos y fueron elegidos 13.
Esto que te pido
La primera vez que nos vimos yo tenía ocho años. En ese entonces mi mamá ya pasaba de los treinta. Ella me platicó de ti, a qué te dedicabas y de cómo fue que ustedes dos se conocieron, me pareció una historia muy bonita, algo verdaderamente romántico. Luego, comenzamos a salir los tres, recuerdo todos los lugares a donde fuimos, porque yo hacía dibujos de ellos, además de las fotos y lo que me enseñaste: guardar cosas de los sitios a los que íbamos, ya fuera una piedra, una pluma, una hoja, un boleto o cualquier cosa que me recordara ese momento. Todavía tengo la lata que me diste, es mi cápsula del tiempo.
Me gustaba que saliéramos juntos, era divertido, ¿te acuerdas que jugábamos a las preguntas? Eso me encantaba. También era entretenido cuando nos quedábamos en casa, porque hacíamos arroz con leche y nos poníamos con los juegos de mesa. Platicábamos mucho. Yo tenía confianza, me sentía a gusto y les hablaba hasta de mis sueños. Tal vez de lo único que nunca dije ni una palabra fue de eso de crecer sin padre. Mi madre se esforzó mucho y me dio todo, nunca me faltó nada material ni emocional de su parte, pero es difícil saber que no está, que no eres como los otros niños, porque te señalan: “tú no tienes papá” y no es que no tuviera, es sólo que se fue, que no lo conocí. Por eso cuando tú llegaste me sentí contento, porque mi mamá también lo estaba; te quise porque eras importante para mi madre y para mí.
Recuerdo que en una ocasión te pedí que fueras al festival del padre que se hizo en mi escuela, me miraste con ternura y me abrazaste; eso es lo que necesitaba. No olvido que me inculcaste el gusto por la lectura y aún guardo los libros que me regalaste, están junto a mi cápsula del tiempo, son mi tesoro.
A veces, cuando era necesario, me regañabas; después de todo supiste adoptar el papel de figura paterna. Al principio fue raro porque únicamente mi mamá me había dicho que me comportara, que me comiera las verduras porque no había otra cosa o que obedeciera. Con el tiempo me acostumbré y claro que mejoré mi conducta. Tú nunca fuiste malo, mi madre tampoco lo fue, ambos me querían mucho, lo sé y a mí me gustaba verlos felices.
¿Te acuerdas cuando hicimos esa casa pequeñita con cobijas? Ahí adentro los dos me dijeron que íbamos a vivir juntos y luego comenzaron una guerra de cosquillas. Para entonces yo ya tenía diez años y me puse muy contento porque seríamos una familia, nos cuidaríamos y por las tardes iríamos al parque, los fines de semana al cine o a los museos. Me hizo mucha ilusión. Ahora sí podría decir que tenía papá, nunca te lo dije, pero eso eras, eso quería que fueras.
Luego, algo pasó, no sé qué, pero las cosas cambiaron, creo que fue en un cumpleaños de mi mamá: vi que ustedes estaban platicando y desde ese momento nada fue igual. Ahora comprendo algunas cosas y he pensado mucho en la última vez que salimos juntos, primero íbamos riendo con las preguntas y los ataques de cosquillas, luego, escuché que le decías a mi mamá que querías tener una hija y yo me uní diciendo que sí que yo quería una hermanita, fue como si nos hubiéramos puesto de acuerdo. ¿Te acuerdas el nombre? Creo que era Melisa, nos la pasamos buen rato con ese tema. De regreso ustedes iban muy serios, casi no se hablaban, tú y yo seguimos jugando a las preguntas y recuerdo que gané.
Desde entonces tú dejaste de venir por nosotros, ya no hubo cine, museos, ni juegos.
Quise saber la razón, pero sólo obtuve un: “se acabó, ya no va a venir más” y eso fue todo. Te escribí varias veces y me respondías, estuvimos así por varios meses, eso me hizo bien, porque no te fuiste del todo, pero luego dejamos de escribirnos. Mi mamá estuvo triste algún tiempo, realmente, fue mucho tiempo.
Cuando yo ya tenía catorce años ella comenzó a verse con alguien, yo no quería salir con ellos, ya tenía mis amigos y dejé de ser un niñito, así que cada quien a sus cosas. No es que la dejara de querer o que el señor fuera malo, siempre me trató bien, quería a mi mamá y eso bastaba, pero no era lo mismo; no era mi papá y nunca iba a serlo.
Estoy por cumplir dieciséis años y han pasado cosas que no he sabido asimilar, ha sido un cambio muy radical, por eso me animé a escribirte para que nos reuniéramos en este café, muchas gracias por venir.
Releí los libros que me obsequiaste y me transportaron a otra época, una en la que fui feliz. Pero hubo un texto en específico que me hizo pensar, era del uruguayo, como tú le decías, al leer ese cuento me sentí identificado, era como algo que pasaba en mi vida y que tiene que ver contigo. No ocurre exactamente como en el relato, conmigo no hubo golpes, ni borracheras, pero, mira, te dije que vinieras y justo estamos en un café con un cappuccino y tostadas. No sé si lo sabes, esto pasó y espero que me entiendas.
Mi mamá y yo nos fuimos a vivir con su nuevo novio, las cosas fueron bien: ellos se querían, y a mí siempre me apoyaron en todo. Se preocupaban por mí; pero, claro, yo estaba por cumplir los quince y me puse algo rebelde, aun así, nos iba bien.
¡No pongas esa cara! Sé que esto que te digo tiene que ver contigo.
Mi mamá ya pasaba de los cuarenta cuando se embarazó; si vieras qué alegría. ¿Te acuerdas de su risa? ¿Verdad que era bonita? No me mires así. Ojalá la hubieras visto, se veía muy linda con su pancita.
Cuando mi hermana nació, el parto se complicó mucho y mi mamá murió.
Por tus lágrimas veo que no lo sabías. Sé que han pasado muchos años y que ustedes ya no tenían ningún contacto, esto lo hago por mí, porque fuiste importante para mí. En esos años que pasamos juntos, fuimos una familia.
Esta niña que te ha estado observando desde que te sentaste, es mi hermana, no llores. No he terminado de contar nuestra tragedia. Al morir mi mamá, mi padrastro comenzó a beber y al final nos dejó, fue como si hubiera enloquecido, desde entonces vivimos con una tía y nos va bien.
Hace poco en la casa de mis abuelos, encontré cosas de mi mamá, ella también tenía su caja de recuerdos, ahí estaba una libreta azul, la abrí y había una fotografía de nosotros tres en aquella zona arqueológica, ¿te acuerdas? Leí las cosas que estaban escritas:
…no podemos seguir con esta relación. Queremos cosas distintas. Ya tengo treinta y cinco años y te lo dije: no me voy a volver a embarazar, no quiero tener otro hijo, ni tuyo ni de alguien más. No te quiero joder la vida, tú sí quieres tener hijos y yo no. Esto no quiere decir que no te ame…
Ella te quiso mucho, era una buena persona. Yo he hecho esto para agradecerte por aquellos años, por estar con mi madre, pero sobre todo por estar conmigo. Quiero que conserves el cuaderno y te pido por favor que nos sigas viendo, que no te vayas del todo, ella ya no está, pero nosotros sí, estoy yo y puedes hacer de cuenta que mi hermanita es Melisa.


Comentarios
Publicar un comentario