El amor viaja en microbús
El amor viaja en microbús
En ese entonces tenía dieciséis años y estudiaba en la preparatoria pública. Como todos los días al salir de la escuela tomaba un microbús y después de unos quince minutos llegaba a mi casa. Así pasaban los días hasta que, en uno de ellos, Cupido, Eros, Las Musas y El Amor, se subieron al microbús en el que iba y cambiaron mi mundo.
El transporte iba lleno, así que el chofer no tan amablemente nos dijo que nos recorriéramos, logré llegar hasta la parte de atrás y sentí que la fortuna me guiñaba un ojo, ahí estaba ella, una muchacha hermosísima, de ojos color miel y vestida con el uniforme de la preparatoria privada. Al verla, sentí una punzada en el estómago, las manos me sudaron y el corazón me latía como redoble de tambor. Ella me dedicó una sonrisa, lo único que pensé es que tenía que hablarle.
Después de empujar a varias personas me coloqué de tal manera que quedé frente a ella. El problema fue que de la emoción no me salían las palabras. La miraba y cuando ella también lo hacía, volteaba para otro lado haciéndome el tonto. Estaba por llegar a la esquina en la que me bajaba, así que ya en la puerta, toqué el timbre. Saqué valor de no sé dónde, sonreí y le dije: “hola, mañana nos vemos”. La puerta se abrió y seguía embobado, suponiendo que con mis breves palabras ya había dicho que me encantaba, que me gustaría conocerla y comer nieve juntos. Me contestó “sí” y la miré de la forma más seductora que pude.
Bajé del microbús, pero no me di cuenta que no se había detenido del todo. Cuando mi pie tocó el suelo, como en las caricaturas, de inmediato comencé a correr, un paso y otro y otro, tan rápidos que con el peso de la mochila me caí y di varias vueltas en el piso. Levanté la mirada hacia el microbús y logré verla, estaba en la ventana muy atenta a lo que me pasaba mientras se reía a carcajadas. Me sacudí el polvo y me puse mi mochila. Nunca la volvía ver, ella iba en la prepa privada y yo en la pública.

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